Instrucciones
para llorar: Dejando de lado
los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo
por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a
la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u
ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido
espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al
final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena
enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted
mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito
de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas
o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra
nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro
usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán
con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón
del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
Preámbulo
a las instrucciones para dar cuerda al reloj: Piensa
en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno
florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan
solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te
dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te
regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca
y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no
lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo,
algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo
con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca.
Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la
obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan
la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las
joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te
regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga
al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es
una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu
reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el
regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
Instrucciones
para dar cuerda al reloj: Allá
al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con
una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela
suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus
hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va
llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la
tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.
¿Qué
más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo
latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las
áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo
las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y
allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y
comprendemos que ya no importa.
Instrucciones
para subir una escalera: Nadie
habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de
manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del
suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano,
para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en
espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables.
Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes
verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está
en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos
peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto
más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la
escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá
más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta
baja a un primer piso.
Las
escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan
particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse
de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no
tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente
superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para
subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo
situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza,
y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el
primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se
recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie,
pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola
a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo
peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero
descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más
difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La
coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la
explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo
el pie y el pie).
Llegado
en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los
movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de
ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su
sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.
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