jueves, 28 de noviembre de 2013

El hombre muerto

El hombre muerto Horacio Quiroga

El hombre y su machete acababan de limpiar la quinta calle del bananal. Faltábanles aún dos calles; pero como en éstas abundaban las chircas y malvas silvestres, la tarea que tenían por delante era muy poca cosa. El hombre echó, en consecuencia, una mirada satisfecha a los arbustos rozados y cruzó el alambrado para tenderse un rato en la gramilla. Mas al bajar el alambre de púa y pasar el cuerpo, su pie izquierdo resbaló sobre un trozo de corteza desprendida del poste, a tiempo que el machete se le escapaba de la mano. Mientras caía, el hombre tuvo la impresión sumamente lejana de no ver el machete de plano en el suelo.
Ya estaba tendido en la gramilla, acostado sobre el lado derecho, tal como él quería. La boca, que acababa de abrírsele en toda su extensión, acababa también de cerrarse. Estaba como hubiera deseado estar, las rodillas dobladas y la mano izquierda sobre el pecho. Sólo que tras el antebrazo, e inmediatamente por debajo del cinto, surgían de su camisa el puño y la mitad de la hoja del machete, pero el resto no se veía.

El hombre intentó mover la cabeza en vano. Echó una mirada de reojo a la empuñadura del machete, húmeda aún del sudor de su mano. Apreció mentalmente la extensión y la trayectoria del machete dentro de su vientre, y adquirió fría, matemática e inexorable, la seguridad de que acababa de llegar al término de su existencia. La muerte. En el transcurso de la vida se piensa muchas veces en que un día, tras años, meses, semanas y días preparatorios, llegaremos a nuestro turno al umbral de la muerte. Es la ley fatal, aceptada y prevista; tanto, que solemos dejarnos llevar placenteramente por la imaginación a ese momento, supremo entre todos, en que lanzamos el último suspiro. Pero entre el instante actual y esa postrera expiración, ¡qué de sueños, trastornos, esperanzas y dramas presumimos en nuestra vida! ¡Qué nos reserva aún esta existencia llena de vigor, antes de su eliminación del escenario humano! Es éste el consuelo, el placer y la razón de nuestras divagaciones mortuorias: ¡Tan lejos está la muerte, y tan imprevisto lo que debemos vivir aún! ¿Aún...?

No han pasado dos segundos: el sol está exactamente a la misma altura; las sombras no han avanzado un milímetro. Bruscamente, acaban de resolverse para el hombre tendido las divagaciones a largo plazo: se está muriendo. Muerto. Puede considerarse muerto en su cómoda postura. Pero el hombre abre los ojos y mira. ¿Qué tiempo ha pasado? ¿Qué cataclismo ha sobrevivido en el mundo? ¿Qué trastorno de la naturaleza trasuda el horrible acontecimiento?

Va a morir. Fría, fatal e ineludiblemente, va a morir.

El hombre resiste -¡es tan imprevisto ese horror!- y piensa: es una pesadilla; ¡esto es! ¿Qué ha cambiado? Nada. Y mira: ¿no es acaso ese el bananal? ¿No viene todas las mañanas a limpiarlo? ¿Quién lo conoce como él? Ve perfectamente el bananal, muy raleado, y las anchas hojas desnudas al sol. Allí están, muy cerca, deshilachadas por el viento. Pero ahora no se mueven... Es la calma del mediodía; pero deben ser las doce. Por entre los bananos, allá arriba, el hombre ve desde el duro suelo el techo rojo de su casa. A la izquierda entrevé el monte y la capuera de canelas. No alcanza a ver más, pero sabe muy bien que a sus espaldas está el camino al puerto nuevo; y que en la dirección de su cabeza, allá abajo, yace en el fondo del valle el Paraná dormido como un lago. Todo, todo exactamente como siempre; el sol de fuego, el aire vibrante y solitario, los bananos inmóviles, el alambrado de postes muy gruesos y altos que pronto tendrá que cambiar...

¡Muerto! ¿pero es posible? ¿no es éste uno de los tantos días en que ha salido al amanecer de su casa con el machete en la mano? ¿No está allí mismo con el machete en la mano? ¿No está allí mismo, a cuatro metros de él, su caballo, su malacara, oliendo parsimoniosamente el alambre de púa? ¡Pero sí! Alguien silba. No puede ver, porque está de espaldas al camino; mas siente resonar en el puentecito los pasos del caballo... Es el muchacho que pasa todas las mañanas hacia el puerto nuevo, a las once y media. Y siempre silbando... Desde el poste descascarado que toca casi con las botas, hasta el cerco vivo de monte que separa el bananal del camino, hay quince metros largos. Lo sabe perfectamente bien, porque él mismo, al levantar el alambrado, midió la distancia.

¿Qué pasa, entonces? ¿Es ése o no un natural mediodía de los tantos en Misiones, en su monte, en su potrero, en el bananal ralo? ¡Sin duda! Gramilla corta, conos de hormigas, silencio, sol a plomo... Nada, nada ha cambiado. Sólo él es distinto. Desde hace dos minutos su persona, su personalidad viviente, nada tiene ya que ver ni con el potrero, que formó él mismo a azada, durante cinco meses consecutivos, ni con el bananal, obras de sus solas manos. Ni con su familia. Ha sido arrancado bruscamente, naturalmente, por obra de una cáscara lustrosa y un machete en el vientre. Hace dos minutos: Se muere.

El hombre muy fatigado y tendido en la gramilla sobre el costado derecho, se resiste siempre a admitir un fenómeno de esa trascendencia, ante el aspecto normal y monótono de cuanto mira. Sabe bien la hora: las once y media... El muchacho de todos los días acaba de pasar el puente.

¡Pero no es posible que haya resbalado...! El mango de su machete (pronto deberá cambiarlo por otro; tiene ya poco vuelo) estaba perfectamente oprimido entre su mano izquierda y el alambre de púa. Tras diez años de bosque, él sabe muy bien cómo se maneja un machete de monte. Está solamente muy fatigado del trabajo de esa mañana, y descansa un rato como de costumbre. ¿La prueba...? ¡Pero esa gramilla que entra ahora por la comisura de su boca la plantó él mismo en panes de tierra distantes un metro uno de otro! ¡Ya ése es su bananal; y ése es su malacara, resoplando cauteloso ante las púas del alambre! Lo ve perfectamente; sabe que no se atreve a doblar la esquina del alambrado, porque él está echado casi al pie del poste. Lo distingue muy bien; y ve los hilos oscuros de sudor que arrancan de la cruz y del anca. El sol cae a plomo, y la calma es muy grande, pues ni un fleco de los bananos se mueve. Todos los días, como ése, ha visto las mismas cosas.

...Muy fatigado, pero descansa solo. Deben de haber pasado ya varios minutos... Y a las doce menos cuarto, desde allá arriba, desde el chalet de techo rojo, se desprenderán hacia el bananal su mujer y sus dos hijos, a buscarlo para almorzar. Oye siempre, antes que las demás, la voz de su chico menor que quiere soltarse de la mano de su madre: ¡Piapiá! ¡Piapiá!

¿No es eso...? ¡Claro, oye! Ya es la hora. Oye efectivamente la voz de su hijo... ¡Qué pesadilla...! ¡Pero es uno de los tantos días, trivial como todos, claro está! Luz excesiva, sombras amarillentas, calor silencioso de horno sobre la carne, que hace sudar al malacara inmóvil ante el bananal prohibido.

...Muy cansado, mucho, pero nada más. ¡Cuántas veces, a mediodía como ahora, ha cruzado volviendo a casa ese potrero, que era capuera cuando él llegó, y antes había sido monte virgen! Volvía entonces, muy fatigado también, con su machete pendiente de la mano izquierda, a lentos pasos. Puede aún alejarse con la mente, si quiere; puede si quiere abandonar un instante su cuerpo y ver desde el tejamar por él construido, el trivial paisaje de siempre: el pedregullo volcánico con gramas rígidas; el bananal y su arena roja: el alambrado empequeñecido en la pendiente, que se acoda hacia el camino. Y más lejos aún ver el potrero, obra sola de sus manos. Y al pie de un poste descascarado, echado sobre el costado derecho y las piernas recogidas, exactamente como todos los días, puede verse a él mismo, como un pequeño bulto asoleado sobre la gramilla -descansando, porque está muy cansado.

Pero el caballo rayado de sudor, e inmóvil de cautela ante el esquinado del alambrado, ve también al hombre en el suelo y no se atreve a costear el bananal como desearía. Ante las voces que ya están próximas -¡Piapiá!- vuelve un largo, largo rato las orejas inmóviles al bulto: y tranquilizado al fin, se decide a pasar entre el poste y el hombre tendido que ya ha descansado.


El hombre muerto, 1920


El almohadón de plumas

El almohadón de plumas Horacio Quiroga

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.
Durante tres meses -se habían casado en abril- vivieron una dicha especial.

Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.

La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.

Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.

-No sé -le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja-. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.

Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.

-¡Jordán! ¡Jordán! -clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.

-¡Soy yo, Alicia, soy yo!

Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.

Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.

-Pst... -se encogió de hombros desalentado su médico-. Es un caso serio... poco hay que hacer...

-¡Sólo eso me faltaba! -resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.

Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.

Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.

Alicia murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.

-¡Señor! -llamó a Jordán en voz baja-. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.

Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.

-Parecen picaduras -murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.

-Levántelo a la luz -le dijo Jordán.

La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.

-¿Qué hay? -murmuró con la voz ronca.

-Pesa mucho -articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.

Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.

Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca -su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.

Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.





En Cuentos de amor de locura y de muerte, 1917

a la deriva

A la deriva Horacio Quiroga

El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yaracacusú que, arrollada sobre sí misma, esperaba otro ataque.

El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó de lomo, dislocándole las vértebras.

El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.

El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que, como relámpagos, habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le arrancó un nuevo juramento.

Llegó por fin al rancho y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba.

-¡Dorotea! -alcanzó a lanzar en un estertor-. ¡Dame caña1!

Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno.

-¡Te pedí caña, no agua! -rugió de nuevo-. ¡Dame caña!

-¡Pero es caña, Paulino! -protestó la mujer, espantada.

-¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!

La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.

-Bueno; esto se pone feo -murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa morcilla.

Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos y llegaban ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.

Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sentose en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pucú.

El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito -de sangre esta vez- dirigió una mirada al sol que ya trasponía el monte.

La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente doloroso. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.

La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.

-¡Alves! -gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.

-¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! -clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo. En el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva.

El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una majestad única.

El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.

El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en Tacurú-Pucú.

El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a su ex patrón mister Dougald, y al recibidor del obraje.

¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay.

Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que había pasado sin ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.

De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho.

¿Qué sería? Y la respiración...

Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Esperanza un viernes santo... ¿Viernes? Sí, o jueves...

El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.

-Un jueves...

Y cesó de respirar.















En Cuentos de amor de locura y de muerte, 1917

el cuento

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Punto de apoyo

https://drive.google.com/file/d/0B_93Ol_txp43MzFHNmxOV1gxdFE/edit?usp=sharing


el artículo periodistico

http://aprenderencasa.educ.ar/aprender-en-casa/lenguamodulo7.pdf

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Los de arriba, los de abajo y los del medio

Los de arriba, los de abajo y los del medio, adaptado de “Patas arriba. La escuela del mundo al revés” – Eduardo Galeano

Día tras día, se niega a los niños el derecho de ser niños. El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los niños que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor, para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños.
En el océano del desamparo, se alzan las islas del privilegio. Son lujosos campos de concentración, donde los poderosos sólo se encuentran con los poderosos y jamás pueden olvidar, ni por un ratito, que son poderosos. En algunas de las grandes ciudades latinoamericanas, los secuestros se han hecho costumbre, y los niños ricos crecen encerrados dentro de la burbuja del miedo. Habitan mansiones amuralladas, grandes casas o grupos de casas rodeadas de cercos electrificados y de guardias armados. Los niños ricos viajan, como el dinero, en autos blindados. No conocen, más que de vista, su ciudad.
Ellos no viven en la ciudad donde viven. Tienen prohibido este vasto infierno que acecha su minúsculo cielo privado. Más allá de las fronteras, se extiende una región del terror donde la gente es mucha, fea, sucia y envidiosa. En plena era de la globalización, los niños ya no pertenecen a ningún lugar, pero los que menos lugar tienen son los que más cosas tienen: ellos crecen sin raíces, despojados de la identidad cultural, y sin más sentido social que la certeza de que la realidad es un peligro. Su patria está en las marcas de prestigio universal, que distinguen sus ropas y todo lo que usan, y su lenguaje es el lenguaje de los códigos electrónicos internacionales. En las ciudades más diversas, y en los más distantes lugares del mundo, los hijos del privilegio se parecen entre sí, en sus costumbres y en sus tendencias, como entre sí se parecen los shopping centers y los aeropuertos, que están fuera del tiempo y del espacio. Educados en la realidad virtual, se deseducan en la ignorancia de la realidad real, que sólo existe para ser temida o para ser comprada.
Fast food, fast cars, fast life: desde que nacen, los niños ricos son entrenados para el consumo y para la fugacidad, y transcurren la infancia comprobando que las máquinas son más dignas de confianza que las personas. Cuando llegue la hora del ritual de iniciación, les será ofrendada su primera coraza todo terreno, con tracción a cuatro ruedas.
Mucho antes de que los niños ricos dejen de ser niños y descubran las drogas que aturden la soledad y enmascaran el miedo, ya los niños pobres están aspirando gasolina o pegamento. Mientras los niños ricos juegan a la guerra con balas de rayos láser, ya las balas de plomo amenazan a los niños de la calle.
En América latina, los niños y los adolescentes suman casi la mitad de la población total. La mitad de esa mitad vive en la miseria. Hay cada vez más niños pobres en las calles y en los campos de esta región que fabrica pobres y prohíbe la pobreza. Niños son, en su mayoría, los pobres; y pobres son, en su mayoría, los niños. Y entre todos los rehenes del sistema, ellos son los que peor la pasan. La sociedad los exprime, los vigila, los castiga, a veces los mata: casi nunca los escucha, jamás los comprende.
Después de aprender a caminar, aprenden cuáles son las recompensas que se otorgan a los pobres que se portan bien: ellos, y ellas, son la mano de obra gratuita de los talleres, las tiendas y las cantinas caseras, o son la mano de obra a precio de ganga de las industrias de exportación que fabrican ropa deportiva para las grandes empresas multinacionales. Son esclavitos o esclavitas de la economía familiar o del sector informal de la economía globalizada, donde ocupan el escalón más bajo de la población activa al servicio del mercado mundial.
Son incontables los niños pobres que trabajan, en su casa o afuera, para su familia o para quien sea. En su mayoría, trabajan fuera de la ley y fuera de las estadísticas. ¿Y los demás niños pobres? De los demás, son muchos los que sobran. El mercado no los necesita, ni los necesitará jamás. No son rentables, jamás lo serán. Desde el punto de vista del orden establecido, ellos empiezan robando el aire que respiran y después roban todo lo que encuentran. Entre la cuna y la sepultura, el hambre o las balas suelen interrumpirles el viaje. El mismo sistema productivo que desprecia a los viejos, teme a los niños. La vejez es un fracaso, la infancia es un peligro.
En los países latinoamericanos, la hegemonía del mercado está rompiendo los lazos de solidaridad y haciendo trizas el tejido social comunitario. ¿Qué destino tienen los nadies, los dueños de nada, en países donde el derecho de propiedad se está convirtiendo en el único derecho? ¿Y los hijos de los nadies? A muchos, que son cada vez más muchos, el hambre los empuja al robo, a la mendicidad y a la prostitución; y la sociedad de consumo los insulta ofreciendo lo que niega.
Entre una punta y la otra, el medio. Entre los niños que viven prisioneros de la opulencia y los que viven prisioneros del desamparo, están los niños que tienen bastante más que nada, pero mucho menos que todo. Cada vez son menos libres los niños de clase media. A estos niños les confisca la libertad, día tras día, la sociedad que sacraliza el orden mientras genera el desorden. El miedo del medio: el piso cruje bajo los pies, ya no hay garantías, la estabilidad es inestable, se evaporan los empleos, se desvanece el dinero, llegar a fin de mes es una hazaña. Bienvenida, clase media, saluda un cartel a la entrada de uno de los  barrios más miserables de Buenos Aires. La clase media sigue viviendo en estado de impostura, fingiendo que cumple las leyes y que cree en ellas, y simulando tener más de lo que tiene; pero nunca le ha resultado tan difícil cumplir con esta abnegada tradición. Está la clase media asfixiada por las deudas y paralizada por el pánico, y en el pánico cría a sus hijos. Pánico de vivir, pánico de caer: pánico de perder el trabajo, el auto, la casa, las cosas, pánico de no llegar a tener lo que se debe tener para llegar a ser. En el clamor colectivo por la seguridad pública, amenazada por los monstruos del delito que acecha, la clase media es la que más alto grita. Defiende el orden como si fuera su propietaria, aunque no es más que una inquilina agobiada por el precio del alquiler y la amenaza del desalojo.

Atrapados en las trampas del pánico, los niños de clase media están cada vez más condenados a la humillación del encierro perpetuo. En la ciudad del futuro, que ya está siendo ciudad del presente, los teleniños, vigilados por niñeras electrónicas, contemplarán la calle desde alguna ventana de sus telecasas: la calle prohibida por la violencia o por el pánico a la violencia, la calle donde ocurre el siempre peligroso, y a veces prodigioso, espectáculo de la vida.

ALFREDO MOFFATT PSICOTERAPIA DEL OPRIMIDO

ANALISIS DEL MARTIN FIERROA
ALFREDO MOFFATT
Del capítulo Cultura Criolla del libro PSICOTERAPIA DEL OPRIMIDO

Debido a que la obra de Hernández constituye algo así como la ”Biblia Gaucha” tomaremos este relato como base principal para nuestro análisis del mito del gaucho. Este libro es, en realidad, una especie de enciclopedia de todo un mundo que se extinguía cuando Hernández lo rescata. Los otros dos testimonios importantes, el Santos Vega de Ascasubi y el Juan Moreira de Gutiérrez, serán analizados sólo en referencia al Martín Fierro. El vínculo emotivo principal de Fierro es consigo mismo; en cuanto a su dignidad personal, con quién realmente ”se casó” fue con su coraje, con su libertad. Además no tuvo otra salida pues a todos los demás vínculos los perdió: con su familia, con Cruz e, incluso con su pago. Debido a que las labores gauchescas no exigen tareas colectivas, la única comunidad existente no era de trabajo sino de diversión y eran los bailes de pulpería, el único momento social para una población aislada entre sí por la baja densidad. El Fortín es la otra área social, pero debido a sus características degradatorias y carcelarias no permitía la organización de una comunidad. Los bailes actuaban además como centro de informaciones y permitían la verbalización y comunicación entre sí, especialmente a través de formas prescriptas como, por ejemplo, ”la payada”. El gaucho forastero, introductor de información en el grupo, luego de pedirle la bendición a quien ”causaba” el baile, pedía permiso para cantar. La necesidad de un público, un grupo social que sea depositario de lo cantado, es fundamental y en el Martín Fierro aparecen diálogos entre el cantor y el grupo (en términos de psicodrama sería el ”público”) es decir, ”se cuenta cómo se cuenta”. El lenguaje simbólico es muy rico y todo el proceso de la narración está referido a un modelo ecológico del ciclo de la naturaleza. (Esto es especialmente hermoso en la payada final entre Fierro y el Negro). Desde el punto de vista literario, poético, existen descripciones de una belleza y una evocación trágica extraordinaria: el duelo en el desierto, la muerte de Cruz, la penitenciaría, la muerte de Vizcacha y el relato de la soledad cuando se interna en el pajonal como gaucho matrero. Pero la descripción tiene siempre en Martín Fierro un tono épico que le quita el colorido íntimo, a veces casi onírico, regresivo del Santos Vega de Ascasubi, escrito en un lenguaje mucho más arcaico y evocador. En esa obra aparecen situaciones erotizadas y, además, un tema que también está ausente en el Martín Fierro y que es el de la locura. Casi podemos decir que, a pesar de estar escrita en versos y en lenguaje arcaico, el Santos Vega es casi una novela moderna; incluso, a veces, las descripciones de situaciones extremas tienen un tono regresivo, onírico, al mismo tiempo que una descripción realista y minuciosa que hacen recordar a uno de los iniciadores de la literatura actual, a Franz Kafka. En la segunda parte, ”la vuelta”, Hernández incluye en su denuncia al sistema, consejos en boca de Fierro y Vizcacha, sumamente adaptativos al sistema de poder. Estos famosos consejos son los pilares donde el sistema se apoya para metabolizar la obra y hacerla inofensiva. Es curioso cómo Hernández mismo incluyó los elementos que permitieron traicionar su obra. En este sentido debemos recordar algo que nunca debemos olvidar: Hernández no era gaucho y, si denunciaba honestamente los atropellos de que eran objeto los parias rurales, había otra parte de sí mismo que permanecía dentro dei sistema liberal-burgués de donde provenía. El otro aspecto en que se percibe que no participa totalmente de la visión del mundo de quién defiende, es en su percepción irónica de la medicina mágica popular; visión irrespetuosa típica de quienes pueden acceder a curarse con la otra medicina, la ”civilizada”. En este sentido el folklore popular suburbano, la cultura del tango, puede llegar a ser más coherente con el grupo social del cual es expresión, pues allí las creaciones son más colectivas y no debieron pasar por un recopilador ”culto” como sucedió con la poesía espontánea de los payadores gauchos. En cambio recordamos que Ascasubi y Hernández eran hombres de una cultura urbana e europeizada. El ”aburguesamiento” final de Martín Fierro está simbolizado por el hecho de que no termina el ciclo de todo héroe popular: no es muerto por el sistema de poder. Por eso Juan Moreira, que literariamente es inferior, llegó a ser la obra gauchesca más representada pues, por su muerte final, se configura más como el héroe de la rebeldía a la autoridad injusta. Pero de todos modos Moreira, no es sabio como Fierro; Moreira es lo que se llamaría ahora ”una personalidad fáctica”, es decir una personalidad de acción, que tenía pocas ideas acerca de la injusticia social (era más ”tira bombas” que ideólogo, como en realidad era su compadre Fierro). En cambio, la diferencia de Fierro y Moreira con el gaucho matrero de Ascasubi (el mellizo Luis) es muy grande, porque en la obra de Ascasubi el gaucho matrero está percibido como un bandido y no como héroe. Es decir, está visto con la moral de autoridad y no desde el pueblo (Ascasubi era unitario y terminó el Santos Vega en París). Es posible establecer una línea que recorre el mito del gaucho matrero a través de nuestra historia: comienza con el Santos Vega donde el gaucho es malvado y culpable, continúa en el Martín Fierro donde es forzado por la autoridad injusta a matar y pelear a ”la partida”, pero se incorpora finalmente al Sistema. En cambio en Moreira, el gaucho matrero se convierte en un super-héroe que hace estragos entre las partidas mandadas a prenderlo y es temido mortalmente por la policía, muriendo finalmente en su ley. Todavía ahí no termina la línea del mito del héroe rebelde: encontramos, casi en la actualidad, al bandido-héroe Mate Cosido que, perseguido en el Chaco por la policía, es querido y protegido por los pobladores pues no roba a los pobres sino a las grandes empresas explotadoras (entre ellas a Bunge y Born) y se convierte, así, en una forma de vengador del oprimido. Respecto a su sistema instrumental, el gaucho era muy sencillo: caballo, facón, poncho, le cubrían el problema de transporte, trabajo, defensa y abrigo. Cada uno de los instrumentos tenía varios usos: el caballo era montura y compañía, además de que le servía en las peleas para guarecerse la espalda; el facón instrumento de trabajo y defensa, y el poncho servía para el frío y la lluvia, para dormir y, arrollado en un brazo, para pelear. Como alimentación, el asado se complementaba perfectamente a nivel dietético con el mate. Y, para alegrarse, la guitarra y luego el porrón de ginebra para ayudarse en ”un trance”. En cuanto a la arquitectura gauchesca, cuando podía tener querencia, era el rancho criollo de paja y adobe, con el fogón que servía cocinar y calentarse en invierno.
Su sistema económico no pasaba por el dinero: la pampa puede, a quien sabe, proporcionar parte de la vestimenta, comida, abrigo y pocas cosas había que comprarle al pulpero ropa, ginebra y dos o tres cosas más.
Debido a la ”ley de vagancia” el gaucho llegó a ser una especie de esclavo pues, si no se conchababa por comida en alguna estancia cuyo patrón le firmaba ”la papeleta” (que certificaba que trabajaba) al detenerlo la policía sin certificado lo enviaba a las milicias de frontera por el delito de vagancia. Como, por otra parte, tenía absolutamente negado el acceso a la tierra para trabajarla para sí, llegaba a constituir una masa de mano de obra casi gratuita, a menos que optara por rebelarse ante esta injusticia y se alzara como ’’gaucho matrero”.
La descripción de las condiciones de vida degradantes de la vida en el Fortín, dónde cuentan que andaban semi-desnudos y hambrientos y siempre al borde de castigos corporal (estaqueamiento, cepo y azotes) son tan características de todo grupo de pueblo explotado y degradado que, curiosamente, podrían servir casi sin cambiar una palabra (tal vez cambiar ”cepo" por ”chaleco” y ”azotes” por ”electro-shock’ ) para describir las condiciones de vida de los manicornios públicos estatales, es decir, la ”psiquiatría para pobres” que hemos descripto en detalle en el primer capítulo del libro. Por esto es que le hemos dado tanta importancia al estudio de este paria campero para elaborar una psicoterapia y una psiquiatría para el oprimido que, en última instancia, es una psicoterapia ”para que el oprimido deje de serlo” y pase a ser una psicoterapia de la liberación, que cure en la dirección de la Iibertad y la creación de un nuevo mundo.
El gaucho en cuanto a habilidades, además de saber levantar su rancho, domar, carnear, etc. debía dominar un arte que tenía algo de ballet y mucho de juego, dónde se apostaba la vida: nos referimos ai duelo criollo. En el Martín Fierro se describen los duelos, que constituyen una mezcla de técnicas de astucia, de movimientos de danza y de apuesta de coraje. El duelo con el indio en el desierto, constituye casi una representación psicodramática que tiene apertura, desarrollo, desenlace y cierre, entre cuatro personas (ellos dos, la cautiva y su hijito).Tal vez para un análisis dentro de la teoría jungiana de los arquetipos ancestrales, esta tremenda y sangrienta descripción tenga un sentido, una posibilidad de interpretación como representación simbólica de la problemática del gaucho-paria.
Respecto a su percepción espacial, el gaucho vivía constantemente en un espacio exterior; su único ”adentro” era el ”adentro de su cuerpo”. De la piel para afuera el espacio sólo terminaba ”en la inmensidad”, es decir, es una cultura sin espacios intermedios, domésticos. Su habitat es la llanura pampeana, que, geológicamente,, es una llanura aluvional que se rellenó por sedimentación. Esto es importante pues la topografía final llega a ser una especie de ”mar-embalsamado”, tan horizontal como una mesa de billar. Debido a la insuficiente precipitación de las lluvias anuales, sólo crece pasto bajo no alcanzando la humedad para la formación de bosques. Como consecuencia de todo esto el gaucho (y antes de él, el indio) es una especie de navegante nómade de un mar verde e infinito (”el desierto” como se lo llamaba en el siglo pasado, pues los árboles existentes fueron luego plantados por el hombre) donde había que guiarse por el sol y las estrellas para no perderse. A fin de encuadrar el mito del gaucho matrero que se rebela contra la autoridad en un marco cultural-ideológico más amplio, vamos a comparar el mito elegido por el sentimiento popular en un país dependiente como el nuestro, con el mito que elige y consagra un país imperialista y opresor como EEUU; el mito del "cow-boy". Nuestra hipótesis es que, entre el mito del gaucho matrero y el del cow-boy existe una relación de complementariedad: son creaciones folklóricas opuestas y simétricas. Los dos representan al hombre del interior, peleador y valiente, pero el gaucho siempre es el perdedor y el cow-boy siempre el ganador. En realidad casi podría decirse que ambos personajes son partes de una misma historia; es el mismo tema visto desde ángulos de mira opuestos. El cow-boy es casi siempre el sheriff que mata al bandido y recobra el oro robado del banco; está siempre de parte de la ley, del sistema de poder. En cambio el gaucho matrero (nuestro Juan Moreira) es el valiente héroe que, acusado de bandido, es perseguido por la policía (el ”sheriff”) y, finalmente, muerto. Por eso, el mensaje ideólogico que da una película de cow-boys es que la autoridad siempre es buena y que desobedecerla es un delito. Y como, a nivel internacional, la autoridad es el imperialismo, el mensaje es – en definitiva – que el colonizado y el país sometido debe obedecer, porque el que está de parte del oro del sistema de poder (el sheriff rescatando el oro del banco) siempre termina triunfando y matando al ”bandido” (que la mayoría de las veces tiene aspecto de mexicano, o sea de latinoamericano).
En cambio, el mensaje ideológico de toda la época gauchesca habla de la injusticia de la autoridad y del coraje para enfrentarla. El tema criollo siempre aclara que el gaucho acusado de bandido ha sido honrado y sólo los atropellos de la autoridad lo llevaron a derramar sangre. De todos modos, no constituye un mito de estructura revolucionaria, pues es fatalista y no concibe la derrota final de la autoridad: nuestro gaucho es un valiente pero... ”un valiente perdedor”. En cambio el héroe cow-boy es siempre un triunfador; desde el principio sabe que va a triunfar.
Relacionado con estos dos roles – de perdedor y ganador – está la estructura psicológica de la personalidad en ambos personajes: el cow-boy de personalidad esquizoide, una especie de máquina eficiente de matar, que cumple inexorablemente su deber basado en la ley y que jamás se identifica con quien mata, ni problematiza el tema del destino y de la muerte. Siempre seguro, como un autómata no se deprime ni recuerda. En cambio, el gaucho se presenta como una personalidad depresiva, con una continua meditación sobre su destino, un agudo observador psicológico y de la naturaleza y, cuando pelea, establece una relación humana y dramática con su rival. En un duelo criollo, el que sobrevive se entristece por la muerte del caído, lo comprende al rival, asume también el otro rol, hay una comunicación emotiva intensa. Hace el duelo por el muerto. El arma que cada arquetipo de héroe emplea, además de ser indicación del grado de avance tecnológico de su cultura, termina de definir el distinto tipo de relación humana que condiciona. EI revólver del cow-boy mata de lejos: es la distancia psicológica del esquizo. En cambio, el cuchillo del gaucho mata cuerpo a cuerpo en una estrecha relación corporal: es la distancia psicológica de la personalidad melancólica. La actitud básica en la acción de estos dos arquetipos de héroes, es también definida por los roles internacionales de los respectivos grupos sociales: el cow-boy, héroe del país imperialista colonizador, es emprendedor y agresivo, se comporta como un patrón, mientras que, en cambio, nuestro gaucho se deja llevar por su destino, es valiente, pero no pelea ”por lujo” sino cuando lo ofenden en su dignidad pues, como ocurre con el país colonizado, es lo único que la rapiña imperialista no le puede quitar: la posesión íntima de su dignidad.






El que no salta es... Diario Parlamentario, 3-7-2008

El que no salta es... Diario Parlamentario, 3-7-2008
Por Hugo Presman

Retrocedamos treinta años. Para eso contamos con dos instrumentos poderosos pero no necesariamente fieles: la memoria y la imaginación.

Faltan diez minutos para las 18 horas este frío y gris domingo 25 de junio de 1978. Y apenas unos segundos para que el árbitro italiano Sergio Gonella haga sonar su silbato. El grito del relator José María Muñoz convalida un postergado deseo: Argentina es campeón mundial en fútbol. Setenta y cinco mil personas convierten al Estadio Monumental remodelado en una sede de la felicidad. En el palco oficial, Jorge Rafael Videla levanta sus pulgares en señal de triunfo. El almirante Massera le hace un guiño cómplice al Vicealmirante Carlos Alberto Lacoste, el que manejo discrecionalmente todo desde el Ente Autárquico Mundial 78 ( EAM 78)
Ahora miremos lo que está sucediendo en el campo de juego. Apenas Gonella dio por terminado el partido, el excepcional arquero Ubaldo Matildo Fillol, el Pato, sale disparado del arco rumbo al centro del campo. Corriendo en sentido contrario viene Carlos Tarantini quien se arrodilla y hace la señal de la cruz. Fillol llega hasta donde está el Conejo Tarantini, se arrodilla y ambos jugadores argentinos se abrazan en esa posición. Pero hay un tercer protagonista que entra en la foto que está por sacar Ricardo Alfieri. Es un muchacho que viene corriendo, después de haber saltado el alambrado y que se detiene bruscamente frente a estos dos hombres abrazados. Como consecuencia de frenar bruscamente las mangas del buzo del muchacho se desplazan hacia adelante. Víctor Dell`Aquila tiene alrededor de veinte años y perdió sus dos brazos por una descarga eléctrica en 1967. Alfieri titula su foto “El abrazo del alma”.
Yo los abrazo aunque no tenga brazos”, grita emocionado Víctor

HOSPITAL MILITAR

Ahora trasladémonos a poca distancia del Estadio de River. Laura Carloto comenzó con su trabajo de parto en el Hospital Militar, en el momento en que Argentina, a través de su goleador, Mario Kempes, convertía el primer gol en la final con Holanda. Había llegado desde el campo de detención de La Cacha. Guido nacerá al día siguiente. A Laura la dejaron con su bebe apenas cinco horas. Después la durmieron y volvió al centro clandestino de detención. Tal vez en esas escasas cinco horas, le pudo decir a su hijo, fragmentos del poema que otra madre desaparecida, María del Carmen Gualdero de García, le escribió a su futuro hijo:“Porque no duerma mi hijo / en una cama de helio / Recogeré el aire de donde queda / Cosecharé el amor de donde pueda...../ Porque no enturbien el agua que beba / Porque no ensucien el mar ni la hoguera / Reuniré el sudor de las luciérnagas / El llanto rebelde de su padre y beberá / de las cuencas de miel de las abejas / De las vacas no contaminadas / De las napas profundas de la tierra... Andaremos los caminos / yo, con los ojos asombrados / Tu con los ojos limpios, nuevos / Andaremos los caminos palmo a palmo, tierra a tierra / Si es que para ese día tu y yo quedamos / Si es que nos dejan si es que nos dejan...Hijo mío

24 DÍAS ANTES

Son las 15 horas del 1 de junio de 1978. Está por empezar el partido inaugural entre Alemania y Polonia. Ya ha hablado Videla y se hizo la ceremonia inaugural. A la misma hora un grupo de madres con sus pañuelos en la cabeza al empiezan a dar vuelta a la Pirámide de Mayo. Una reducida cantidad de periodistas y fotógrafos extranjeros observan la inusual ceremonia. Una de ella se acerca y le dice: “ Ayudennos. No sabemos donde están nuestros hijos. Uds son nuestra última esperanza”
Al día siguiente el diario Clarín publicará la siguiente crónica de la inauguración del XI Campeonato Mundial de Fútbol: “ Exactamente a las 13,30 horas, los tres integrantes de a Junta Militar ingresaron al palco oficial. Vestidos con ropas civiles, fueron calurosamente recibidos por los espectadores, que aplaudieron cuando el locutor oficial mencionó por los altavoces los nombres de los comandantes en jefe. El arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado Juan Carlos Aramburu invitó a los asistentes a rezar un Padrenuestro y después transmitió la bendición especial que enviaba el Papa Paulo VI. Dijo Videla cerrando la lista de oradores: “ Hoy es un día de júbilo para nuestro país y para la Nación Argentina. Dos circunstancias concurren a este efecto: la iniciación de un evento deportivo en escala internacional, como lo es este Campeonato Mundial de Fútbol 1978 y, por otro lado, la amistosa visita de miles de mujeres y hombres procedentes de las más diversas regiones de la tierra, nos honran hoy con su visita, con una sola condición de su buena voluntad, en un clima de afecto y respeto recíproco. Y es justamente la confrontación en el campo deportivo, la amistad en el campo de las relaciones humanas que nos permiten afirmar que es posible aún hoy, en nuestros días, la convivencia en la unidad y diversidad, única forma para controlar la paz. Por ello pido a Dios, Nuestro Señor, que este evento sea realmente una contribución para afirmar la paz que todos deseamos para todo el mundo; esa paz dentro de cuyo marco el hombre puede realizarse plenamente como persona, con dignidad y libertad. En el marco de esta confrontación deportiva, caracterizada por su caballerosidad, en el marco de la amistad entre los hombres y los pueblos y bajo el signo de la paz, declaro oficialmente inaugurado este Onceavo Campeonato Mundial de Fútbol 1978”
El reloj marca las 14,52 cuando culmina el acto, luego de una vistosa demostración de miles de gimnastas. El aburrimiento invade al estadio en el transcurso del primer partido del campeonato jugado entre Alemania y Polonia.

TESTIMONIO PERSONAL(I)

Estuve ese frío día de otoño en el Estadio de River. No recuerdo ninguna ovación hacia los integrantes de la Junta. Pero la memoria es a veces tramposa. Lo dije en la radio y recogí varios testimonios en el mismo sentido y alguno en contra. Lo que si está claro es que no había ánimo de protesta contra quienes tenían las manos manchadas de sangre. En alguna ocasión el psicoanalista Tato Pavlovsky contó lo mismo y lo comparó con un partido entre Argentina e Italia en 1956, donde la presencia peronista se hizo notar en un estruendoso repudio al gobierno de la Revolución Fusiladora.
Indudablemente la magnitud del evento, la fuerte campaña publicitaria y la idea que el país estaba sufriendo una violenta campaña contra la realización del campeonato, el apoyo pasivo de sectores medios al gobierno, confluyeron a una actitud de indiferencia hacia un acontecimiento con fuerte contenido político.

ANTECEDENTES E INTRIGAS

En el Mundial de Inglaterra en 1966, se fijaron las sedes siguientes: Méjico 1970; Alemania 1974, Argentina 1978, España 1982.
El 12 de mayo de 1974, Perón firma el decreto de la Comisión de Apoyo al Mundial 1978.
El 24 de marzo de 1976 las radios y la televisión transmiten en cadena durante todo el día. Solo se levanta la programación uniforme para que en ese día aciago los argentinos puedan entretenerse con el Partido Argentina- Polonia realizado en Varsovia y que se gana por 2-1. José María Muñoz le hace conocer a los jugadores y demás integrantes de la delegación el derrocamiento de Isabel diciendo: “Sin desgracias personales ni derramamientos de sangre”
Se sustituye la comisión de apoyo por el EAM 78. En la distribución de poder le corresponde la presidencia a alguien del ejército y la vicepresidencia a la marina. Recae en un amigo de Videla, furiosamente antiperonista, General Omar Actis. Como vicepresidente, el vicealmirante Carlos Alberto Lacoste, que respondía directamente a Massera. Pronto surgen disidencias. Actis quiere un Mundial austero y se opone a la construcción de nuevos estadios. Actis es asesinado el 21 de agosto de 1977 y se atribuye el atentado a los Montoneros. Pero la mano de la Marina es la que está detrás al punto que cuando la dictadura establishment- militar da la lista de las victimas de la subversión, el general Actis no figura. Asume la Presidencia del EAM 78, el general de caballería Antonio Merlo, como máscara del verdadero mandamás que es Lacoste.
Se remodelan los estadios de River, Vélez y Rosario Central. Se construyen los de Mar del Plata, Córdoba y Mendoza.
Se mejoran los Aeropuertos, los sistemas de comunicación, la infraestructura hotelera, y la transformación de canal 7 en ATC con nuevo edificio.
Nunca hubo rendición de cuentas del EAM 78. Se presupuestó la suma de sesenta millones de dólares y según el Secretario de Hacienda Juan Aleman, crítico de los costos, la suma ascendió a setecientos millones. Tal vez por eso es que cuando Luque convirtió el cuarto gol a los peruanos, una bomba estalló en su departamento. Las siniestras figuras del tandem Masera- Lacoste asoman detrás del atentado a un hombre emblemático del establishment.
En medio de tanta miseria, Jorge Carrascosa el tres de la selección renunció a la selección por motivos nunca debidamente aclarados, que iban desde el repudio al gobierno a la utilización en la selección de doping.
René Houseman, el notable puntero de Huracán, que vivía en la villa del bajo Belgrano se encontró un día con un descampado enorme. Los militares habían llegado con las topadoras y sacaron la villa por el Mundial.
Dante Panzeri, el más grande periodista deportivo que ha tenido el país, fue una voz solitaria de oposición porque “el mundial no se debiera realizar por las mismas razones que un tipo que no tiene guita para ponerle nafta a un Ford T no debe comprarse un Torino”
La censura generalizada se extendió a la prohibición de criticar a la selección.
El periodismo deportivo sobreactuó su genuflexión. El periodista Enrique Romero de El Gráfico inventó una carta del futbolista holandés Ruud Krol a su hijo que entre otras cosas decía: “Aquí todo es tranquilidad y belleza. Esta no es la Copa del Mundo sino la Copa de la Paz”.
Eso si. Para evitar que los visitantes extranjeros se confundan, los hoteles alojamientos pasaron a denominarse albergues transitorios.

EL MONUMENTAL Y LA ESMA

Volvemos al Estadio Mundialista. Tarantini y Fillol van en busca de sus compañeros.
Víctor Dell`Aquila los sigue. Muchos años después confesaría Fillol: “Cuando terminó el partido se me aflojaron las piernas. Caí arrodillado y se me apareció la imagen de Dios. Tenía un diálogo con él de agradecimiento. Yo no había planificado nada de eso, me conecté con Dios, tenía su imagen delante de mí. Nunca me pasó en mi vida”
En la ESMA, el verdadero jefe, el Tigre Jorge Acosta, después de festejar con los prisioneros desaparecidos le dice a Graciela Daleo: “Vestite bien que vamos a salir a festejar” Y en un Peugeot 504, prisioneros y torturadores salen a recorrer las calles colmadas de euforia de Buenos Aires. En un momento Graciela pide permiso para asomar la cabeza por el techo del Pugeot 504. Observa la multitud enfervorizada y piensa: “ Si gritara que soy una desaparecida, nadie me creería”. Luego van a un restaurante. Hay un momento que la situación se le vuelve insoportable. Pide permiso para ir al baño. En el espejo, con el lápiz de labios escribe: “ Milicos asesinos” ¡ Muera Videla! ¡ Viva Montoneros!” Muchos años más tarde reflexionaría que lo hizo para seguir sintiéndose un ser humano

TESTIMONIO PERSONAL(II)

Aquél 25 de junio vimos el partido en el living de mi casa en la televisión en blanco y negro con mi mujer y con dos amigos, Daniel y Adriana que estaba embarazada. Cuando terminó el partido nos sumergimos en las calles recuperadas para la alegría popular. Era un momento de festejos en medio de una inmensa derrota.
¿Sabía lo que pasaba? Tenía mucho más información que el nivel promedio. Había estado en Europa en enero, febrero y parte de marzo de 1978. Había leído lo que se publicaba. Era tan atroz que parecía inverosímil. Tenía rasgos tan impresionantes que despertaba cierto escepticismo. ¿ Era posible que en la sociedad más culta de América Latina, hubiera campos de concentración, secuestros de bebes, apropiación de sus bienes, el lanzamiento de personas vivas al río o al mar?. ¿Podía ser cierto que los amigos o compañeros desaparecidos estuvieran en cuchas? ¿ No habría exageración en lo que se informaba en la vieja Europa que de depredaciones sabía?
Cuando en 1979, después de una rara situación que viví en mis oficinas, donde un grupo me vino a buscar y mantuvo secuestrado en el baño a mi socio y a su empleada, luego esposa durante 5 horas, llegó a mis manos el Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y ya no habría más dudas. Todo era posible. Lo coloque en mi mesita de luz y dudando que algún día se conociera semejante tragedia, y todas las noches leía un caso con la misma obligación ética que se autoimpusieron los sobrevivientes de los campos de concentración nazis: “ Había que vencer a la muerte para dar testimonio”
Desde entonces he intentado ser fiel ese compromiso asumido en lo más profundo de la noche de los años de plomo.
No siento culpa, tal vez en una actitud auto indulgente, por haber festejado el triunfo del Mundial 1978. Ni por haber salido a la calle. Con gente que gritaba: “ El que no salta es un holandés”. Después de casi tres años, las calles pudieron ser desalojadas por algunas horas de los Falcón verdes, del terror suelto, de la muerte como presencia permanente. En medio de esa mezcla de pasión, locura, amor e irracionalidad que es el fútbol, hasta los prisioneros en las mazmorras de la dictadura criminal festejaban los goles argentinos.
Como dice Carlos Ferreira: “Y nosotros allí/ con esos bombos/ con esas insensatas banderas sudorosas/ con el mundo al revés/ hechos pelota”
A pesar que el periodismo al día siguiente publicara: “Le ganamos al mundo” ( Siete Días) “ Un país que cambió” ( Somos)
¿ Como debemos juzgarnos como sociedad en relación al Mundial 78? Los setenta y cinco mil argentinos que estaban en la cancha de River y los millones y millones que lo vieron por televisión no enmudecieron por la ESMA sino por el gol de Naninga y por el tiro en el palo en el último minuto de Resenbrink.
No me gusta maquillar biografías. Yo fui uno de ellos.

CAMPAÑA ANTIARGENTINA Y CLIMA DE ÉPOCA

El gestor de lo que se conoció de campaña antiargentina fue Marek Halter, un sobreviviente del Ghetto de Varsovia cuya prima Ana Kumec y su marido fueron secuestrados en nuestro país y sus cadáveres arrojados en la puerta de los padres de Ana. El 19 de octubre de 1977 publicó una solicitada en Le Monde que tuvo rebote en los principales diarios. Ahí decía entre otras cosas: “ ¿ Se puede jugar al fútbol y gozar del deporte en un país que tortura, mata y hace desaparecer a los opositores políticos?”
En la Argentina el clima de época está reflejada entre otras obras de ficción en 77 de Guillermo Saccomanno: “ En la noche del centro, la multitud. Banderas, bocinas, cánticos. En una esquina se encuentran dos hombres. Dos años sin verse. Los dos cambiados. Estás igual, se mienten. Lo que compartieron, se acuerdan. No necesitan decírselo. Los dos piensan que el otro había sido chupado. Tampoco lo dicen. Alrededor, la fiesta popular. La emoción de los dos, la misma. Dura poco. Si los dos están vivos, el otro puede ser un delator. Los dos, apurados, vuelven a perderse en la multitud. Ninguno imagina que el otro se salvó de milagro. Los dos, ahora, cada uno por su lado, se dan vuelta para ver si el otro lo sigue”

TREINTA AÑOS DESPUÉS

Ahora volvamos a la actualidad. Los jugadores que ganaron el Mundial, más allá de algunos hechos confusos o conflictivos, tenían equipo para hacerlo. Fue una buena selección que jugó, en general, por debajo de lo que podía.
No se les podía pedir a los jugadores que tuvieran una heroicidad de la que estaba desprovista la sociedad. Y treinta años después se redimen de un hecho realmente desdoroso cuando al cumplirse 25 años no quisieron jugar para publicitar la búsqueda de los chicos apropiados.
Videla y Massera son sombras en prisión domiciliaria. El último en estado vegetativo El tigre Acosta está preso. La ESMA próximamente será un museo. Graciela Daleo siempre mantuvo una posición intransigente y rechazó el indulto de Menem. Carlos Alberto Lacoste murió antes que la justicia lo alcanzara. Mi amigo Daniel se separó de su compañera Adriana y hoy es Embajador en Japón.
Luque, Villa y Houseman participaron del Partido por “la Vida y la Memoria” en el Monumental, el domingo 29 de junio. Fillol envió su adhesión.
El recordado cantito “ El que no salta es un holandés” fue olvidado y reemplazado por “ Como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar”
Víctor Dell`Aquila fue campeón de pool, estudió dibujo, maneja un auto y hasta hace unos años jugaba al fútbol. Una demostración palpable que el ser humano es capaz de superar limitaciones que parecen insuperables.
En pequeño y en forma individual es el ejemplo micro de las grandes gestas: las madres y abuelas, Ghandi, Luther King, Nelson Mandela, el ascetismo del hombre nuevo del Che, la pasión incendiaria de Evita, los gobiernos populistas desde Perón a Chávez, desde Evo a Correa.
Dios y el Demonio. No están afuera, sino dentro de cada uno de nosotros. Depende quien predomine, tenemos un Ghandi o un Masera. Y por eso en el más virtuoso hay semillas de maldad y en el más perverso hay atisbos de bondad. Dios, el de afuera, el inaccesible siempre está ausente. No estuvo en Auschwitz ni en la Esma o la Perla. Tampoco en el Monumental.

EL QUE NO RECUERDA PATEA…

El periodista Ezequiel Fernández Moores escribió en La Nación del 25 de junio: “El sistema- según Eduardo Galeano- nos vacía la memoria, o nos llena la memoria de basura y así nos enseña a repetir la historia, en lugar de hacerla. Y 30 años después aquí estamos. Tal vez excesivos, melancólicos, oportunistas e inevitablemente parciales. Pero, también, acaso intentando hacer la historia. Para no repetirla”

Treinta años. El que no recuerda, el que no reflexiona es posible que patee la pelota afuera. Tres décadas es un período suficiente para evitar caer en la trampa de las posiciones adelantadas. La historia, que no es lineal, nos metió un gol en el arco de las utopías. Aunque heridos, si fortificamos la defensa, si se lucha con tenacidad en el medio campo y al pasar al ataque se despliega imaginación y talento, pensando siempre en el arco de enfrente, tal vez podamos hacer los goles que los adversarios en el pasado nos privaron. Y lo lograron violando todas las reglas, expulsando a tantos jugadores del cuadro de la vida. 

miércoles, 11 de septiembre de 2013

instrucciones

Instrucciones para llorar: Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj: Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
Instrucciones para dar cuerda al reloj: Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.
¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.
Instrucciones para subir una escalera: Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).

Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

cortazar para todos

PRIMER AÑO MEDIO (NM1)

El tratamiento de la literatura en primero medio enfatiza la necesidad de diálogo entre el lector y el texto. Esto significa que el estudiante, desde sus intereses y conocimientos previos, aprende paulatinamente el concepto de interpretación como la construcción fundamentada de un sentido posible para el texto y no como el descubrimiento de una lectura única que no se relaciona con lo que el lector piensa o siente. Desde este punto de vista, los textos de Cortázar otorgan múltiples posibilidades de trabajo, pues constituyen obras abiertas a la interpretación, es decir, requieren de la participación del lector para ser terminadas.

En Rayuela, por ejemplo, se proponen distintas formas de leer la obra (linealmente o desde el recorrido señalado por el narrador). Sería interesante, entonces, que una parte del curso leyera la obra en forma lineal y el resto siguiera el otro recorrido, para posteriormente discutir qué entendió cada grupo y, finalmente, proponer explicaciones posibles para la utilización de este recurso enRayuela .

Historias de Cronopios y Famas es también un texto sumamente adecuado para que los estudiantes se vinculen desde sus propios intereses y motivaciones con la literatura. Esto porque la personalidad de los Cronopios (desordenados, alegres y soñadores) es muy diferente a la de los Famas (organizados, serios y formales):
  • se puede pedir a los alumnos y alumnas que redacten un texto en que se identifiquen con uno de estos personajes y expliquen por qué se parece más a su personalidad. Estos textos pueden socializarse en una sesión de taller literario, de manera que los estudiantes lleguen a conocerse más a sí mismos y a sus compañeros y compañeras.
  • Otra ventaja de este texto es que está compuesto de una serie de microcuentos, por lo que no es necesario que lean la obra completa, sino algunos cuentos como "Viajes", en el que la personalidad de los Cronopios y los Famas es claramente contrastada.
  • También es posible realizar un trabajo conjunto con Artes Visuales, pidiendo a los alumnos y alumnas que dibujen a estos personajes de acuerdo a su imaginación y a los indicios dados en la obra. La comparación de los distintos dibujos puede ayudar a comprender la gran multiplicidad de formas en que los distintos lectores dialogan con el texto literario.

SEGUNDO AÑO MEDIO (NM2)


Comprensión del carácter ficticio de los textos literarios. Como una forma de lograr que los alumnos distingan esta noción, algunos de los cuentos de Cortázar pueden resultar muy ilustrativos. Esto porque parodian textos que se dan en la comunicación habitual, como las instrucciones o las cartas.
  • Una manera entretenida de trabajar este tema, puede ser comparar instrucciones reales(pidiendo a los estudiantes que las sigan) con las escritas por el autor argentino (pidiéndoles también que intenten seguirlas), por ejemplo, ""Instrucciones para llorar" o "Instrucciones para subir una escalera" ( Historias de Cronopios y Famas ).
  • Posteriormente, a través de la discusión con el curso, se puede determinar las diferencias entre ambos textos y comprender mejor la idea de mundo ficticio. Un trabajo similar se puede llevar a cabo con la reflexión sobre las cartas presentada en "Grave problema argentino" ( La vuelta al día en ochenta mundos ).

Los tipos de mundo ficticio creados por la literatura. Las obras de Cortázar resultan relevantes específicamente para el mundo onírico, que no se refiere solamente a los sueños, sino a todo texto literario que presente un mundo aparentemente cotidiano, pero que de pronto se quiebra por algún suceso ilógico.

Gran parte de los cuentos de Final del Juego funcionan de esa manera mostrando, por ejemplo, lo complicado que puede llegar a ser colocarse un chaleco ("No se culpe a nadie") o la levedad del límite entre sueño y realidad ("La noche boca arriba").
  • Como actividad previa (de motivación o acercamiento al tema) o posterior a la lectura (utilizando los textos de Cortázar como ejemplo), se puede pedir a los estudiantes que narren por escrito alguna acción que realicen cotidianamente (ir de la casa al colegio, levantarse en la mañana, ver algún programa de televisión, etc.). Luego, intercambian su narración con un compañero o compañera y vuelven a escribir este texto, incluyendo algún suceso absurdo o ilógico que rompa la cotidianeidad en él.
  • La experiencia de leer los cuentos resultantes en voz alta puede ser muy divertida y, además, deja clara para los estudiantes la diferencia entre el tipo de mundo cotidiano y el onírico.

TERCER AÑO MEDIO (NM3)

Diferencia entre la visión de mundo manifiesta en las grandes obras de la literatura universal y la literatura contemporánea. La forma de trabajar con los textos de Cortázar en este nivel puede ser desde la comparación entre un texto de literatura tradicional que trate el tema del amor o del viaje, con la forma en que el escritor trasandino lo hace en sus obras.
  • Se puede comparar, por ejemplo, la visión del amor en un soneto de Quevedo o en el Quijote de la Mancha , con la que se propone en "Cambio de luces" ( Alguien anda por ahí ).
  • A partir de este contraste, sería motivador organizar un debate en el que se defiendan las posiciones propuestas en cada texto para el tema. De esta manera se refuerza otro contenido importante para Tercero Medio: el discurso argumentativo. El mismo ejercicio se puede realizar con el tema del viaje, considerando cuentos como "La autopista del sur ", de Todos los fuegos el fuego .
Por otro lado, un texto como "Instrucciones para entender tres pinturas famosas" ( Historias de Cronopios y Famas ), permite realizar un trabajo interdisciplinario con Artes Visuales y con Ciencias Sociales e Historia.
  • esto porque se refiere a tres pinturas existentes (ver imágenes), que pueden ser vistas y analizadas con el profesor o profesora de Artes y contextualizadas por el docente de Historia (en relación con personajes como Lutero o Enrique VIII).
  • el análisis previamente realizado puede compararse con el que se presenta en el texto de Cortázar, generando una discusión con y entre los estudiantes respecto de su acuerdo o desacuerdo con lo que allí se señala.
  • Para ejercitar la producción de textos argumentativos, además, se puede pedir a los estudiantes que redacten un contra-argumento, que se oponga a los planteamientos del cuento.
CUARTO AÑO MEDIO (NM4)
El tema central para este nivel es laliteratura contemporánea. En varias obras de Cortázar es posible observar claramente recursos como el montaje, el estilo indirecto libre, la variedad de voces narrativas, entre otros. Además, la temática de los textos del autor se asocia frecuentemente a la visión ilógica del mundo y a la literatura como tema de sí misma, nociones que los Programas de Estudio distinguen como propias de la literatura desarrollada durante el siglo XX.
  • Para los dos temas señalados se puede trabajar, por ejemplo, con "Continuidad de los parques", cuento que reflexiona sobre el acto de la lectura y la escritura y que, por otra parte, sorprende al lector con un giro ilógico al final. Como se trata de un cuento de final abierto, es posible pedir a los alumnos y alumnas que inventen un cierre para el texto, de acuerdo a lo que imaginen que sucedió.

En relación con el tema de la contemporaneidad, una forma entretenida de abordarlo es considerando lo que los estudiantes comprenden como contemporáneo desde el momento histórico que viven y compararlo con la época de los cuentos de Cortázar.
  • Por ejemplo, sería interesante utilizar el cuento "Correos y Telecomunicaciones" ( Historias de Cronopios y Famas ), en el que se habla del tranvía y del correo, que pueden contrastarse con los actuales buses o el metro y con el envío de mensajes por Internet. Lo mismo se podría realizar con"Telegramas" ( Historias de Cronopios y Famas ).
También te sugerimos abordar otro tema importante en Cuarto Medio, el ensayo:
  • Puedes pedir a los alumnos que redacten un ensayo acerca del concepto de lo contemporáneo en la obra de Cortázar y en la actualidad.