“Toda la intimidad de Monzón luego de `su última pelea…´”, columna escrita el lunes 1 de agosto de 1977 para Mundocolor.
MONTECARLO. — El hielo de su whisky se consume sobre la mesa de luz. Es el triunfador. El dueño de la noche. Es la bestia que le toma a la vida sus placeres más fáciles y codiciados. Cuando eleve su mirada al techo, seguramente, lujoso del hotel Hermitage, sentirá como pocas veces que es un ganador. Quizás piense que además de la gloria definitiva, de Natalie y su ofrenda insólitamente sumisa, de ese cigarrillo y esa bebida que significan su vuelta “a la vida”, lo aguardan dentro de pocas horas cientos de miles de dólares. ¿Llegará al millón? Sí, es lo más factible. Llegarás. Mientras, es justo que aunque te duela, beses, y aunque no debas, fumes y bebas. Te lo has ganado con tu extraña mezcla de hombre-indio-macho- titánico gladiador. Te lo ganaste en la entereza para ponerte de pie cuando la contra de derecha de Valdez te paró en seco y se te vino el techo encima, perplejo, por falta de costumbre, tocando la lona, perdedor, casi, de la última pelea de tu vida…
Mas lo ganaste, cuando la mirada se volvió normal y comprendiste que deberías apelar a todo el fuego que preparaste desde la miseria de tu Santa Fe natal y que no pudieron quemar, la buena vida, los dólares y las mujeres. De pronto, estuvo muy claro que sólo te salvaría, si había en el gran Carlos Monzón toda la entereza de un verdadero campeón. Habrás pensado en Abel, el pibe oscurito que jamás te vio perder, que no debe verte perder. Es muy posible que por un momento te asustaras. ¿Y cómo salgo de ésta, con 35 pirulos y después de trece meses parados, de los cuales 9 me acosté a las siete de la mañana casi todos los días? ¿Cómo hago ahora con este negro agrandado que como nunca ve la posibilidad de hacerme harina? Pero abriste los ojos, miraste la pelea y, apenas te sentiste bien, comenzaste a sacudir los soberbios mamporrazos que te dieron fama de invencible. Poco a poco emparejaste la lucha, y comenzaste el lento, inexorable, dramático, andar hacia la victoria.
Victor Hugo Morales
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