martes, 6 de agosto de 2013

martin fierro psicoterapia del oprimido. argumentativo

http://www.youtube.com/watch?v=SX9f1mHh1lg


PSICOTERAPIA DEL OPRIMIDO de ALFREDO MOFFATT, fragmento del capítulo Cultura Criolla.

Este libro es, en realidad, una especie de enciclopedia de todo un mundo que se extinguía cuando Hernández lo rescata. El vínculo emotivo principal de Fierro es consigo mismo; en cuanto a su dignidad personal, con quién realmente ”se casó” fue con su coraje, con su libertad. Además no tuvo otra salida pues a todos los demás vínculos los perdió: con su familia, con Cruz e incluso con su pago. Debido a que las labores gauchescas no exigen tareas colectivas, la única comunidad existente no era de trabajo sino de diversión y eran los bailes de pulpería, el único momento social para una población aislada entre sí por la baja densidad. El Fortín es la otra área social, pero debido a sus características degradatorias y carcelarias no permitía la organización de una comunidad. Los bailes actuaban además como centro de informaciones y permitían la verbalización y comunicación entre sí, especialmente a través de formas prescriptas como, por ejemplo, ”la payada”. El gaucho forastero, introductor de información en el grupo, luego de pedirle la bendición a quien ”causaba” el baile, pedía permiso para cantar. La necesidad de un público, un grupo social que sea depositario de lo cantado, es fundamental y en el Martín Fierro aparecen diálogos entre el cantor y el grupo, es decir, ”se cuenta cómo se cuenta”. El lenguaje simbólico es muy rico y todo el proceso de la narración está referido a un modelo ecológico del ciclo de la naturaleza. Desde el punto de vista literario, poético, existen descripciones de una belleza y una evocación trágica extraordinaria: el duelo en el desierto, la muerte de Cruz, la penitenciaría, la muerte de Vizcacha y el relato de la soledad cuando se interna en el pajonal como gaucho matrero. Pero la descripción tiene siempre en Martín Fierro un tono épico que le quita el colorido íntimo, a veces casi onírico.
En la segunda parte, ”la vuelta”, Hernández incluye en su denuncia al sistema, consejos en boca de Fierro y Vizcacha, sumamente adaptativos al sistema de poder. Estos famosos consejos son los pilares donde el sistema se apoya para metabolizar la obra y hacerla inofensiva. Es curioso cómo Hernández mismo incluyó los elementos que permitieron traicionar su obra. En este sentido debemos recordar algo que nunca debemos olvidar: Hernández no era gaucho y, si denunciaba honestamente los atropellos de que eran objeto los parias rurales, había otra parte de sí mismo que permanecía dentro del sistema liberal-burgués de donde provenía. El otro aspecto en que se percibe que no participa totalmente de la visión del mundo de quién defiende, es en su percepción irónica de la medicina mágica popular; visión irrespetuosa típica de quienes pueden acceder a curarse con la otra medicina, la ”civilizada”. En este sentido el folklore popular suburbano, la cultura del tango, puede llegar a ser más coherente con el grupo social del cual es expresión, pues allí las creaciones son más colectivas y no debieron pasar por un recopilador ”culto” como sucedió con la poesía espontánea de los payadores gauchos. Recordamos que Hernández era hombre de una cultura urbana e europeizada. El ”aburguesamiento” final de Martín Fierro está simbolizado por el hecho de que no termina el ciclo de todo héroe popular: no es muerto por el sistema de poder.
Es posible establecer una línea que recorre el mito del gaucho matrero a través de nuestra historia: comienza con el Santos Vega donde el gaucho es malvado y culpable, continúa en el Martín Fierro donde es forzado por la autoridad injusta a matar y pelear a ”la partida”, pero se incorpora finalmente al Sistema. En cambio en Moreira, el gaucho matrero se convierte en un super-héroe que hace estragos entre las partidas mandadas a prenderlo y es temido mortalmente por la policía, muriendo finalmente en su ley.
Respecto a su sistema instrumental, el gaucho era muy sencillo: caballo, facón, poncho, le cubrían el problema de transporte, trabajo, defensa y abrigo. Cada uno de los instrumentos tenía varios usos: el caballo era montura y compañía, además de que le servía en las peleas para guarecerse la espalda; el facón instrumento de trabajo y defensa, y el poncho servía para el frío y la lluvia, para dormir y, arrollado en un brazo, para pelear. Como alimentación, el asado se complementaba perfectamente a nivel dietético con el mate. Y, para alegrarse, la guitarra y luego el porrón de ginebra para ayudarse en ”un trance”. En cuanto a la arquitectura gauchesca, cuando podía tener querencia, era el rancho criollo de paja y adobe, con el fogón que servía cocinar y calentarse en invierno.
Su sistema económico no pasaba por el dinero: la pampa puede, a quien sabe, proporcionar parte de la vestimenta, comida, abrigo y pocas cosas había que comprarle al pulpero ropa, ginebra y dos o tres cosas más.
Debido a la ”ley de vagancia” el gaucho llegó a ser una especie de esclavo pues, si no se conchababa por comida en alguna estancia cuyo patrón le firmaba ”la papeleta” (que certificaba que trabajaba) al detenerlo la policía sin certificado lo enviaba a las milicias de frontera por el delito de vagancia. Como, por otra parte, tenía absolutamente negado el acceso a la tierra para trabajarla para sí, llegaba a constituir una masa de mano de obra casi gratuita, a menos que optara por rebelarse ante esta injusticia y se alzara como ’’gaucho matrero”.
La descripción de las condiciones de vida degradantes de la vida en el Fortín, dónde cuentan que andaban semi-desnudos y hambrientos y siempre al borde de castigos corporal (estaqueamiento, cepo y azotes) son tan características de todo grupo de pueblo explotado y degradado que, curiosamente, podrían servir casi sin cambiar una palabra (tal vez cambiar ”cepo" por ”chaleco” y ”azotes” por ”electro-shock’ ) para describir las condiciones de vida de los manicornios públicos estatales, es decir, la ”psiquiatría para pobres”.
El gaucho en cuanto a habilidades, además de saber levantar su rancho, domar, carnear, etc. debía dominar un arte que tenía algo de ballet y mucho de juego, dónde se apostaba la vida: nos referimos al duelo criollo. En el Martín Fierro se describen los duelos, que constituyen una mezcla de técnicas de astucia, de movimientos de danza y de apuesta de coraje. El duelo con el indio en el desierto, constituye casi una representación psicodramática, esta tremenda y sangrienta descripción tiene un sentido, una posibilidad de interpretación como representación simbólica de la problemática del gaucho-paria.
Respecto a su percepción espacial, el gaucho vivía constantemente en un espacio exterior; su único ”adentro” era el ”adentro de su cuerpo”. De la piel para afuera el espacio sólo terminaba ”en la inmensidad”, es decir, es una cultura sin espacios intermedios, domésticos. Su habitat es la llanura pampeana. Como consecuencia de todo esto el gaucho (y antes de él, el indio) es una especie de navegante nómade de un mar verde e infinito (”el desierto” como se lo llamaba en el siglo pasado, pues los árboles existentes fueron luego plantados por el hombre) donde había que guiarse por el sol y las estrellas para no perderse.
A fin de encuadrar el mito del gaucho matrero que se rebela contra la autoridad en un marco cultural-ideológico más amplio, vamos a comparar el mito elegido por el sentimiento popular en un país dependiente como el nuestro, con el mito que elige y consagra un país imperialista y opresor como EEUU; el mito del "cow-boy". Nuestra hipótesis es que, entre el mito del gaucho matrero y el del cow-boy existe una relación de complementariedad: son creaciones folklóricas opuestas y simétricas. Los dos representan al hombre del interior, peleador y valiente, pero el gaucho siempre es el perdedor y el cow-boy siempre el ganador. En realidad casi podría decirse que ambos personajes son partes de una misma historia; es el mismo tema visto desde ángulos de mira opuestos. El cow-boy es casi siempre el que mata al bandido y recobra el oro robado del banco; está siempre de parte de la ley, del sistema de poder. En cambio el gaucho matrero es el valiente héroe que, acusado de bandido, es perseguido por la policía. Por eso, el mensaje ideólogico que da una película de cow-boys es que la autoridad siempre es buena y que desobedecerla es un delito. Y como, a nivel internacional, la autoridad es el imperialismo, el mensaje es – en definitiva – que el colonizado y el país sometido debe obedecer, porque el que está de parte del oro del sistema de poder.
En cambio, el mensaje ideológico de toda la época gauchesca habla de la injusticia de la autoridad y del coraje para enfrentarla. El tema criollo siempre aclara que el gaucho acusado de bandido ha sido honrado y sólo los atropellos de la autoridad lo llevaron a derramar sangre. De todos modos, no constituye un mito de estructura revolucionaria, pues es fatalista y no concibe la derrota final de la autoridad: nuestro gaucho es un valiente pero... ”un valiente perdedor”. En cambio el héroe cow-boy es siempre un triunfador; desde el principio sabe que va a triunfar.

El gaucho se presenta como una personalidad depresiva, con una continua meditación sobre su destino, un agudo observador psicológico y de la naturaleza y, cuando pelea, establece una relación humana y dramática con su rival. En un duelo criollo, el que sobrevive se entristece por la muerte del caído, lo comprende al rival, asume también el otro rol, hay una comunicación emotiva intensa. Hace el duelo por el muerto. El cuchillo del gaucho mata cuerpo a cuerpo en una estrecha relación corporal. Nuestro gaucho se deja llevar por su destino, es valiente, pero no pelea ”por lujo” sino cuando lo ofenden en su dignidad pues, como ocurre con el país colonizado, es lo único que la rapiña imperialista no le puede quitar: la posesión íntima de su dignidad. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario