PSICOTERAPIA
DEL OPRIMIDO de ALFREDO MOFFATT,
fragmento del capítulo Cultura Criolla.
Este
libro es, en realidad, una especie de enciclopedia de todo un mundo
que se extinguía cuando Hernández lo rescata. El vínculo emotivo
principal de Fierro es consigo mismo; en cuanto a su dignidad
personal, con quién realmente ”se casó” fue con su coraje, con
su libertad. Además no tuvo otra salida pues a todos los demás
vínculos los perdió: con su familia, con Cruz e incluso con su
pago. Debido a que las labores gauchescas no exigen tareas
colectivas, la única comunidad existente no era de trabajo sino de
diversión y eran los bailes de pulpería, el único momento social
para una población aislada entre sí por la baja densidad. El Fortín
es la otra área social, pero debido a sus características
degradatorias y carcelarias no permitía la organización de una
comunidad. Los bailes actuaban además como centro de informaciones y
permitían la verbalización y comunicación entre sí, especialmente
a través de formas prescriptas como, por ejemplo, ”la payada”.
El gaucho forastero, introductor de información en el grupo, luego
de pedirle la bendición a quien ”causaba” el baile, pedía
permiso para cantar. La necesidad de un público, un grupo social que
sea depositario de lo cantado, es fundamental y en el Martín Fierro
aparecen diálogos entre el cantor y el grupo, es decir, ”se cuenta
cómo se cuenta”. El lenguaje simbólico es muy rico y todo el
proceso de la narración está referido a un modelo ecológico del
ciclo de la naturaleza. Desde el punto de vista literario, poético,
existen descripciones de una belleza y una evocación trágica
extraordinaria: el duelo en el desierto, la muerte de Cruz, la
penitenciaría, la muerte de Vizcacha y el relato de la soledad
cuando se interna en el pajonal como gaucho matrero. Pero la
descripción tiene siempre en Martín Fierro un tono épico que le
quita el colorido íntimo, a veces casi onírico.
En
la segunda parte, ”la vuelta”, Hernández incluye en
su denuncia al sistema, consejos en boca de Fierro y Vizcacha,
sumamente adaptativos al sistema de poder. Estos famosos consejos son
los pilares donde el sistema se apoya para metabolizar la obra y
hacerla inofensiva. Es curioso cómo Hernández mismo incluyó los
elementos que permitieron traicionar su obra. En este sentido debemos
recordar algo que nunca debemos olvidar: Hernández no era gaucho y,
si denunciaba honestamente los atropellos de que eran objeto los
parias rurales, había otra parte de sí mismo que permanecía dentro
del sistema liberal-burgués de donde provenía. El otro aspecto en
que se percibe que no participa totalmente de la visión del mundo de
quién defiende, es en su percepción irónica de la medicina mágica
popular; visión irrespetuosa típica de quienes pueden acceder a
curarse con la otra medicina, la ”civilizada”. En este sentido el
folklore popular suburbano, la cultura del tango, puede llegar a ser
más coherente con el grupo social del cual es expresión, pues allí
las creaciones son más colectivas y no debieron pasar por un
recopilador ”culto” como sucedió con la poesía espontánea de
los payadores gauchos. Recordamos que Hernández era hombre de una
cultura urbana e europeizada. El ”aburguesamiento” final de
Martín Fierro está simbolizado por el hecho de que no
termina el ciclo de todo héroe popular: no es muerto por el sistema
de poder.
Es
posible establecer una línea que recorre el mito del gaucho matrero
a través de nuestra historia: comienza con el Santos Vega donde el
gaucho es malvado y culpable, continúa en el Martín Fierro donde es
forzado por la autoridad injusta a matar y pelear a ”la partida”,
pero se incorpora finalmente al Sistema. En cambio en Moreira, el
gaucho matrero se convierte en un super-héroe que hace estragos
entre las partidas mandadas a prenderlo y es temido mortalmente por
la policía, muriendo finalmente en su ley.
Respecto a su sistema
instrumental, el gaucho era muy sencillo: caballo, facón, poncho, le
cubrían el problema de transporte, trabajo, defensa y abrigo. Cada
uno de los instrumentos tenía varios usos: el caballo era montura y
compañía, además de que le servía en las peleas para guarecerse
la espalda; el facón instrumento de trabajo y defensa, y el poncho
servía para el frío y la lluvia, para dormir y, arrollado en un
brazo, para pelear. Como alimentación, el asado se complementaba
perfectamente a nivel dietético con el mate. Y, para alegrarse, la
guitarra y luego el porrón de ginebra para ayudarse en ”un
trance”. En cuanto a la arquitectura gauchesca, cuando podía tener
querencia, era el rancho criollo de paja y adobe, con el fogón que
servía cocinar y calentarse en invierno.
Su
sistema económico no pasaba por el dinero: la pampa puede, a quien
sabe, proporcionar parte de la vestimenta, comida, abrigo y pocas
cosas había que comprarle al pulpero ropa, ginebra y dos o tres
cosas más.
Debido a la ”ley de
vagancia” el gaucho llegó a ser una especie de esclavo pues, si no
se conchababa por comida en alguna estancia cuyo patrón le firmaba
”la papeleta” (que certificaba que trabajaba) al detenerlo la
policía sin certificado lo enviaba a las milicias
de frontera por el delito de vagancia. Como, por otra parte, tenía
absolutamente negado el acceso a la tierra para trabajarla para sí,
llegaba a constituir una masa de mano de obra casi gratuita, a menos
que optara por rebelarse ante esta injusticia y se alzara como
’’gaucho matrero”.
La
descripción de las condiciones de vida degradantes de la vida en el
Fortín, dónde cuentan que andaban semi-desnudos y
hambrientos y siempre al borde de
castigos corporal (estaqueamiento, cepo y azotes) son tan
características de todo grupo de pueblo explotado y degradado que,
curiosamente, podrían servir casi sin cambiar una palabra (tal vez
cambiar ”cepo" por ”chaleco”
y ”azotes” por ”electro-shock’ ) para describir las
condiciones de vida de los manicornios
públicos estatales, es decir, la ”psiquiatría para pobres”.
El
gaucho en cuanto a habilidades, además de saber levantar su rancho,
domar, carnear, etc. debía dominar un arte que tenía algo de ballet
y mucho de juego, dónde se apostaba la vida: nos referimos al duelo
criollo. En el Martín Fierro se describen los duelos, que
constituyen una mezcla de técnicas de astucia, de movimientos de
danza y de apuesta de coraje. El duelo con el indio en el desierto,
constituye casi una representación psicodramática, esta tremenda y
sangrienta descripción tiene un sentido, una posibilidad de
interpretación como representación simbólica de la problemática
del gaucho-paria.
Respecto
a su percepción espacial, el gaucho vivía constantemente en un
espacio exterior; su único ”adentro” era el ”adentro de su
cuerpo”. De la piel para afuera el espacio sólo terminaba ”en la
inmensidad”, es decir, es una cultura sin espacios intermedios,
domésticos. Su habitat es la llanura pampeana. Como consecuencia de
todo esto el gaucho (y antes de él, el indio) es una especie de
navegante nómade de un mar verde e infinito (”el desierto” como
se lo llamaba en el siglo pasado, pues los árboles existentes fueron
luego plantados por el hombre) donde había que guiarse por el sol y
las estrellas para no perderse.
A
fin de encuadrar el mito del gaucho matrero que se rebela contra la
autoridad en un marco
cultural-ideológico más amplio, vamos a comparar el mito elegido
por el sentimiento popular en un país dependiente como el nuestro,
con el mito que elige y consagra un país imperialista y opresor como
EEUU; el mito del "cow-boy". Nuestra hipótesis es que,
entre el mito del gaucho matrero y el del cow-boy existe una relación
de complementariedad: son creaciones folklóricas opuestas y
simétricas. Los dos representan al hombre del interior, peleador y
valiente, pero el gaucho siempre es el perdedor y el cow-boy siempre
el ganador. En realidad casi podría decirse que ambos
personajes son partes de una misma historia; es el mismo tema visto
desde ángulos de mira opuestos. El cow-boy es casi siempre el que
mata al bandido y recobra el oro robado del banco; está siempre de
parte de la ley, del sistema de poder. En cambio el gaucho matrero es
el valiente héroe que, acusado de bandido, es perseguido por la
policía. Por eso, el mensaje ideólogico que da una película de
cow-boys es que la autoridad siempre es buena y que desobedecerla es
un delito. Y como, a nivel internacional, la autoridad es el
imperialismo, el mensaje es – en definitiva – que el colonizado y
el país sometido debe obedecer, porque el que está de parte del
oro del sistema de poder.
En
cambio, el mensaje ideológico de toda la época gauchesca habla de
la injusticia de la autoridad y del coraje para enfrentarla. El tema
criollo siempre aclara que el gaucho acusado de bandido ha sido
honrado y sólo los atropellos de la autoridad lo llevaron a derramar
sangre. De todos modos, no constituye un mito de estructura
revolucionaria, pues es fatalista y no concibe la derrota final de la
autoridad: nuestro gaucho es un valiente pero... ”un valiente
perdedor”. En cambio el héroe cow-boy es siempre un triunfador;
desde el principio sabe que va a triunfar.
El
gaucho se presenta como una personalidad depresiva, con una continua
meditación sobre su destino, un agudo observador psicológico y de
la naturaleza y, cuando pelea, establece una relación humana y
dramática con su rival. En un duelo criollo, el que sobrevive se
entristece por la muerte del caído, lo comprende al rival, asume
también el otro rol, hay una comunicación emotiva intensa. Hace el
duelo por el muerto. El cuchillo del gaucho mata cuerpo a cuerpo en
una estrecha relación corporal. Nuestro gaucho se deja llevar por su
destino, es valiente, pero no pelea ”por lujo” sino cuando lo
ofenden en su dignidad pues, como ocurre con el país colonizado, es
lo único que la rapiña imperialista no le puede quitar: la posesión
íntima de su dignidad.
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